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martes, 29 de mayo de 2012

UN SUEÑO IMPOSIBLE




El gran deseo de Tully desde los diecisiete años era una pura contradicción: soñaba con no soñar. Quizá porque su vida estaba forjada a golpes de carencia y ella sabía mejor que nadie lo que significaba desear: desear lo que no se tiene, lo que se ha perdido, lo que se anheló un día, lo que es de otros. Y el deseo nunca viene solo. Goza siempre de la compañía de la enajenación, es egoísta, tozudo y, sobre todo, proporciona tanta alegría como dolor.


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