«No tengas miedo», le susurré. «Somos como una sola persona». De pronto me abrumó la realidad de mis palabras. Ese momento era tan perfecto, tan auténtico. No dejaba lugar a la duda. Me rodeó con los brazos, me estrechó contra él y hasta la última de mis terminaciones nerviosas cobró vida propia. «Para siempre» concluyó... Así comenzó la historia de amor más adictiva de todos los tiempos.
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-Puaj, que alguien saque al perro- murmuró al tiempo que arrugaba la nariz.
-a ver si sabes este chiste psicópata. ¿Cómo muera la célula del cerebro de una rubia?
Ella no dijo ni mu.
-¿y bien?-inquirí-. ¿Te sabes el final del chiste o no?
La Barbie no apartó la mirada de la pantalla y me ignoró con toda premeditación.
-¿Se lo sabe?- le pregunté a Edward, en cuyas facciones no había atisbo de humor; sin embargo, pese a tod, me contestó:
- No.
-Genial. Seguro que este chiste te encanta, sanguijuela...La célula del cerebro de una rubia muere... en soledad.
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